No es la biblioteca de Babel,
esa que “se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas." (*).

No, no es la biblioteca infinita que abarca el universo.
Las bibliotecas de Voces que Cuentan son bibliotecas amigables, portátiles, coloridas,
que se explayan a la sombra de un árbol o en el jardín de un aula.
Bibliotecas que se parecen a la palabra vacaciones:
invitan al ocio, al viaje, a la conversación, a redescubrir intereses, afectos y curiosidades.
Albergan multiplicidad de títulos, portadores atractivos, géneros diversos...
Son ideales para hacer un picnic de lecturas: con entradas de comics y poesía, con viandas
de leyendas y cuentos, con novelas bebibles y curiosidades dulces.
Hay libros de humor, de miedo, de ciencia, pero todos buscan una complicidad
con los lectores que transitan por el gran recreo del verano.
Los promotores de Voces que Cuentan son compañeros de lectura,
consejeros oportunos, confidentes discretos
que cuidan que el apetito de los jóvenes lectores encuentre el bocado deseado
Muchas veces estas bibliotecas crecen con aportes de los lectores
que también crean poesías, cuentos, novelas…
Son lugares de encuentro con uno y con el otro.
Tratamos de que la palabra circule, imaginamos una biblioteca atenta,
que se renueva, abierta a los cuatro vientos.
Las bibliotecas de Voces que cuentan quieren parecerse al verano,
brindan ocasiones frescas de lectura, son acogedoras, estimulantes y finitas…
Sin embargo, saben que su fin es cada lector y que cada lector es una cara del infinito.

(*) J. L.Borges, La biblioteca de Babel

martes, 22 de enero de 2008

Un huevo. Anónimo japonés

Un huevo
[Cuento. Texto completo]
Anónimo japonés

Un viajero encuentra en el campo a un personaje con la cabeza completamente lisa como un huevo, sin un solo rasgo. Aterrorizado sube a una carreta y le pide al campesino que arree el caballo de inmediato.
-¿Qué pasa? -le pregunta el campesino.
-Fue que vi a un hombre que tenía el rostro liso como un huevo.
-Entonces -respondió el campesino, volviéndose-, ¿tenía el mismo rostro que yo?
FIN

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